jueves, 31 de diciembre de 2020

Feliz año nuevo (Parte II: Cosecha)

 Precuela (2018): "Feliz año nuevo (Parte I: Siembra)"

Link: 

https://eusargav.blogspot.com/2019/01/feliz-ano-nuevo.html

Aquellos que se adentran en el desierto de Sechura para fin de año no se van de picnic ni de fiesta, van con otras intenciones. Además de ser uno de los desiertos más extensos del Perú y el mundo, es un desierto del cual se han oído muchas historias —todas, absolutamente todas trágicas— en las que se habla de sicarios que dejan abandonados los cuerpos de sus víctimas para que se hundan en ese mar de arena o sean devorados por las aves de rapiña, también se dice que hay una base militar con tecnología de mimetización encargada de lidiar con seres de otros mundos que vienen a evaluar a la civilización humana; por último, se encuentran los chamanes que vienen al desierto a invocar seres demoniacos y demás. Habladurías, ¿no es así?

 

 

Diciembre 28 del 2020, lunes.

 

Oigan, ¿ya leyeron la nota que dejó el chamán en su puerta?

Dice que se va, posiblemente para no volver, una fuerza del desierto lo está llamando y quiere que quememos su casa y que sacrifiquemos sus cabras que caminan (también hablan cuando se les ocurre) por la noche del 30.

Este chamán está loco ¿Por qué se va justo para fin de año? No es que me importe mucho, pero qué bueno que ya se largó de nuestro poblado, siempre que lo veía tenía la impresión que más de dos ojos eran los que me miraban, sentía que me hipnotizaba. Me hacía sentir mucho miedo el muy pendejo.

Ah, entonces era cierto lo que decían, ¿no, perrita vieja?: “Al Roberto también le gustan los chamanes, no solo los jovencitos” Eres un tipo asqueroso, ni el chamán te atracaría; ni estando borracho hasta su culo.

¡Cállate oye! Que pueden escuchar lo que dices. Tú sabes que aquí las paredes tienen oídos, la gente es muy chismosa, envidiosa y malintencionada. Además, no es verdad, ya no me gustan tan jovencitos… ¡Es un secreto! Además ¿Ya sabes lo que les hago a los sapos? ¿No? Te habrán contado todas estas cotorras lujuriosas del bar: Les arranco la lengua, pero no por la boca —amenazaba Roberto tocándole el hombro con sus enormes y gruesas manos, a lo que el frágil “pata de pollo” se sacudió como pudo y se fue al bar, no sin antes insultarlo con su voz tan chillona.

 


Diciembre 29 del 2020, martes.


El chamán se había adentrado en el corazón del desierto con los ojos cubiertos por una venda negra, caminaba descalzo y encorvado, al lado suyo se encontraba caminando —a dos patas— una de sus cabras, llevando un cesto misterioso con sus pezuñas delanteras y cantando algo en un idioma indescifrable para el oído humano.

Después del ocaso, la cabra le pidió al chamán que se detenga para alimentarlo con eso que había en el cesto. Así ocurrió, la cabra empezó a acicalar al chamán, y fue cuando todo comenzó.

El chamán, a tientas y jadeante, empezaba a excavar en el desierto usando solo sus manos —mientras la cabra se encargaba de abaniquearlo—, siguió así por el lapso de unas tres horas más hasta que sus manos llenas de yagas chocaron con algo muy duro y que no era una piedra, a lo que el chamán aulló de dolor y empezaba a bramar al mismo tiempo en el que la cabra a balar al mismo tiempo que también realizaba cánticos mirando a la luna, hasta que se puso la misma en la inmensidad del cielo, alumbrando directamente al hallazgo que realizó el chamán —quién se encontraba llorando, diciendo que había alumbrado a un hijo suyo. El chamán le preguntó al cadáver carbonizado por su nombre; a lo que una voz de ultratumba retumbó todo el desierto.

—Mi nombre es Alfredito.

La cabra comenzó a retorcerse en la arena y le indicó al chamán que era hora de quitarse la venda; y así fue. De los ojos del chamán empezaron a brotar gotas de sangre, del cielo también cayó lo mismo, de tal forma que limpiaron al cuerpo calcinado de lo que alguna vez fue Alfredito, el niño.

 

—Hijo mío, haz de erigirte sobre todos los desgraciados que están enterrados en las entrañas del Sechura ¡Te ordeno que te levantes! —el cuerpo inerte se empezaba a mover— Hijo mío, haz de beber de mi sangre: la muerte eterna es la que circula por mis venas ¡Eso es, eso es! Abre la boca —el cuerpo carbonizado de Alfredito empezaba a obedecer las órdenes que recibía del hombre, mientras que este le ayudaba a reincorporarse; paralelamente empezaron a formarse los ojos, los tendones, los músculos: era carne viva, pero el chamán le ordenó que no se queje— te daré mi vida tras mi muerte para que llenes a este mundo de desesperación, sufrimiento, muerte y caos. Sobre todo, a quienes te hicieron esto y te dejaron un hedor de venganza tan inmenso que lo pude oler desde el poblado en el cual te quemaron vivo esas bestias alcohólicas dos años atrás.

El montón de carne viva empezó a calmarse cuando vio que empezaba a aparecerle piel sobre sí mismo —el chamán continuaba dándole de beber la cicuta que salía de sus venas.

—Alfredito, ¿sabes algo? Te daré una de mis virtudes, ¿sabes lo que es una virtud? —Alfredito agitaba su cabeza de lado a lado como intentando decir “no”—. Las virtudes son la disposición que tiene una persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales, tanto personales como colectivos, como el mal, la mentira, la venganza, el hurto, entre otros tantos.

Las “virtudes”, mis “virtudes” se oponen a la bondad del ser humano, que no es más que una bestia que se trata de engañar sin mucho éxito ¿Sabías que solo buscan egoístamente su supervivencia sin importarles el bienestar de su prójimo? El humano no es muy diferente a ti o a mí, son cosas que nacieron malas, pero hay algo, a lo que se le llamó sociedad desde hace mucho tiempo que regula el comportamiento, costumbres y demás de las personas para que vivan en paz entre sí para que, los fundadores, se vean beneficiados en esta pirámide de humanos, de demonios. ​
Así como se la di vida a tus hermanos que se encuentran regados por el mundo desde el origen de los tiempos; te daré una de mis “virtudes” más apreciadas como poéticas, una “virtud” que desde la óptica de la sociedad la llamarían “justicia”: tuya será la venganza, te vengarás de todas las personas que te hicieron lo que te hicieron en aquella noche fatídica, asimismo escucharás las súplicas de quien sufre y cobrarás su venganza a cambio de parte de su alma. Serás una criatura vengadora, llena de indignación y con sed de sangre descontrolada hacia tus adversarios, tienes el derecho de llevarte la vida de los familiares de quienes no te rindan el tributo prometido tras consumir su venganza. Haz de cumplir tu palabra cada vez que un alma azotada busque en ti un refugio de venganza, rencor y odio; esa es tu misión de vida y muerte. Como verás, la virtud que te di es una gran responsabilidad ¿Crees poder cargar por el resto de los días de la humanidad, el día en el que todos los humanos recurran a ti para matarse entre sí clamando venganza a viva voz? —preguntó el agónico chamán a Alfredito quien ya había resucitado.

—Juro solemnemente hacer sufrir hasta el último aliento a quienes me hicieron sufrir, después de muertos profanaré sus cuerpos y se los ofreceré a las aves de rapiñas para que se den un banquete de gente muerta en el jardín de las delicias, Sechura —dijo Alfredito, un apuesto y seductor hombre— ¡Viejo! ¿Por dónde está mi amado poblado?

El chamán no consiguió decir nada, solo era un saco de huesos molidos, pero murió con una sonrisa de satisfacción en la cara. Cuando cayó al suelo tenía los brazos extendidos hacia el sur. La cabra se acercó hacia el chamán y empezó a devorárselo ávidamente mientras observaba a Alfredito.

—Recuerda que existes gracias a mí, yo no tengo inicio ni fin, soy eterno como el universo mismo, este chamán era solo uno de mis hijos que rigen en los mundos por los que he pasado desde el origen de los tiempos. No me decepciones, hijo mío —dicho esto, de la espalda de la cabra salieron unas extremidades, que en realidad eran alas, alas con las que partió rumbo a la luna.

Alfredito se quedó pensativo dos noches y un día hasta que se decidió partir al poblado que se encontraba al sur de Sechura.

 

 


 

 


Diciembre 31 del 2020, jueves.

 

—Oye bigotón, ¿jalamos al colorado que está en la carretera?

—Haz lo que quieras, Pedro, es tu camión, no me jodas y déjame dormir.

—Siempre tan malhumorado, bigotón imbécil.

—¡Calla el hocico!

El hombre que se hallaba en la carretera dirigió la vista hacia donde se encontraba el camión y levantó la mano, agitándola como para que le den un aventón en su viaje.

—Habla colorado, ¿pa’ onde te vas? —preguntó amablemente don Pedro.

—Hay un poblado al sur, no muy lejos de acá, es un poblado que se encuentra al pie de una carretera. No sé si usted conozca…

—¿Cómo que no conozco? ¿Acaso crees que estas canas son por las puras? Sube, sube, nomás colorado. Siempre voy a ese poblado cada fin de año para dejar mercadería como pirotécnicos… ya sabes, cosas.

—Perfecto, discúlpeme si lo ofendí, don Pedro, a lo mejor el calor me está afectando la cabeza —dijo riendo el hombre, mientras subía a la cabina del camión, sentándose justo entre don Pedro y Sancho “bigotes”.

—Oye ¿Y tú cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?

—Supuse que usted es don Pedro, ¿ese no es el nombre del camión? Soy un viajante que quiere encontrar un lugar en el cuál me pueda divertir, ya sabe usted… hacer maldades ja, ja, ja. Mi nombre es Alfred. Un gusto conocerlo a usted y a su compañero. Me encargaré que no descansen en paz.

—¿Qué cosa? —preguntó casi gritando el bigotón.

—Quise decir que no permitiré que se duerman o nos chocaremos con otros camiones…

 

 

 


 

Eusoj Sargav

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Incendio en Lettuce Town

 

3ER DÍA LUEGO DEL SECUESTRO DE BOB:

«Querido Bob, ahora que ya no estás más con nosotros, no conseguimos hallar consuelo alguno. Donde estés, que estés bien».



          Qué te parece, loco, mira lo que encontré en la casa de Bob, una nota pegada en su puerta —reía, no sin cierta nostalgia y angustia un tal Franz Celcius.

          Franz, ¿no crees que esa letra se parece mucho a la tuya? Hay algo que se me hace extraño aquí aparte de ti. No te ofendas, pero me imagino que la escribiste el día de ayer mientras andabas desvariando en esa banca verde de madera que tienes en tu patio —se burló Wolframio.

          Pero Wolframio, ¿acaso no entiendes que Bob ya no está entre nosotros?

          Verdes alfombras hay en todos lados, pero de eso nada en comparación de Bob…

¡¿Qué cosas sin sentido me estás diciendo?! ¿Recuerdas cuando nos hablaba sobre los problemas sociales que acontecen en nuestra sociedad?

Como si hubiera sido ayer, Franz. No pensé que pudiera hablar, mucho menos sobre estos temas ¡Una lástima que se dieron cuenta de su existencia!

¡Una lástima tremenda, viejo! ¿Recuerdas a esos tipos estúpidos que nos vieron la cara de idiotas?

No me lo hagas recordar. Fueron unos tipos vestidos de policías quienes miraron a Bob y se lo llevaron, no sin antes habernos apuntado con un arma ¡Qué cosa para más terrible!

No pudimos hacer nada, con suerte me pude quedar con una pertenencia suya, su correa con la que salía a pasear mientras nos hablaba de las muchas vidas que ha tenido, reencarnación tras reencarnación, ciclos kármicos inacabable —Bob pausaba su locución para tomar una bocanada de humo y algo de sal—Sí que me sorprendía nuestro querido amigo Bob, era sorprendente que diga cosas tan lógicas siendo un animal.

Lo recuerdo plenamente, en todas sus memorias que nos transmitía siempre estaba presente una sociedad tan poco racional como la nuestra, ignorante y represiva. Nos quitaron a Bob y él estaba tranquilo, no hacía ruido. Solo movía la cola…

Descuida, yo tengo un plan para recuperarlo.

 

4TO DÍA, ERAN LAS 20 HORAS Y…:

 

¡NOTICIA DE ÚLTIMO MINUTO! Nos encontramos en la cuadra en la que ocurrió el siniestro el día de hoy por la tarde, las unidades del cuerpo de bomberos del distrito de Lettuce Town son insuficientes ¡Ni con todos los caños de la ciudad se podría apagar el incendio! El siniestro tuvo como epicentro el cuarto de un hombre que se encuentra, precisamente, a nuestro costado ¡Porque somos el canal sesentainueve, canal número uno en informarlo, desinformarlo, en generarle distracciones para que pueda sobrellevar su día de mierda!

 

¡Corten!

 

Parker, pero ¡¿Qué fue eso?! ¡¡¡Te pregunto!!! ¿Acaso eres estúpido? No puedes hablar así estando en señal abierta. Exijo que me respondas en este preciso instante antes que te encuentres firmando tu renuncia.

Perdón, jefe, estaba muy emocionado, ¡es mi primera vez cubriendo un noticiero! Usted me entenderá… las palabras empezaron a salir solas y ya no podía contener ese derrame de palabras, comas y puntos —se excusaba el novel periodista, tan rojo como si estuviera ardiendo por dentro.

Sí, sí, sí, lo que tú digas, puedes olvidarte de la bonificación que ibas a recibir este fin de año. Ahora corrige tu error.

 

¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡ACCIÓN!

 

Disculpen, experimentamos desperfectos técnicos, pero aquí estamos de vuelta. Como les decía, tengo al costado al joven que salió a dar unas vueltas a la manzana mientras su cuarto empezaba a consumirse en llamas —decía esto mientras le acercaba un micrófono a un Franz que se mostraba atónito ante lo que estaba aconteciendo frente a sus ojos.

Buenas noches, señor reportero, no acredito lo que está pasando, yo solo salí al supermercado y había dejado prendidos en fuego a los juguetes de mi perro, Bob —podría ser Marley, pero es Bob—de manera que pueda regresar a su hogar ayudado de su perfecto olfato de can, en donde quiera que haya estado raptado por unos desadaptados vestidos de policías que lo raptaron hace cuatro días; ¿y sabes algo? ¡FUNCIONÓ! Lo tengo aquí conmigo —el perro movía la cola y se acurrucaba en la pierna de su dueño en búsqueda de mimos, no me importa que la ciudad esté hecha un infierno —dicho esto, Franz cogió a Bob y se lo llevó en el Datsun Sakura despintado (que alguna vez fue color azul marino) que aparcaba en el parque que se encontraba en la esquina del parque en el que estaba siendo interrogado, mas fue detenido por los bomberos y policías.

 

Al final, nunca se supo si fue Franz quien había ocasionado el fuego, o si fue un cigarrillo a medio apagar que cayó por su ventana (siempre le lanzaban colillas de cigarrillos unos chiquillos de secundaria), motivos por el cual fue liberado esa misma noche, a pesar del testimonio sin sentido que brindó a los medios de prensa aquel fatídico día en el que murieron calcinados más de la población de la ciudad de Lettuce town. Por otro lado, Franz, Wolframio y Bob disfrutaban de unas vacaciones de ensueño en alguna paradisiaca isla del Caribe ahogados en licor, tal vez penas propias de las copas, pero eso sí: libres de remordimientos.






Eusoj Sargav

domingo, 13 de diciembre de 2020

Mudanza

 Hay un corazón sin más pieles que mudar

Desgastado tras eones en su alocado andar,

Aún le quedan un par de horas de vida.

A lo mejor es tiempo de prepararse para su partida,

O de dar sus últimos respiros junto al pútrido mundo.

Antes del largo adiós, como Chandler.

 

Sin reservas, no escatima en entregar, así desangre.

Pasó media hora y ya tiene más agujas que un muñeco vudú

Lo intentan domar, lo quieren ver arder, ya no le pueden hacer nada.

No importa —piensa—, pues entiende que es la naturaleza humana.

¡Una ambulancia para este corazón moribundo!

Lo sentimos, no atendemos problemas banales. Buenas noches.  

 

Agonía sin arrepentimiento,

Felicidad sin remordimiento,

Son solo cosas que no todos entenderían.

Esa masa llena de agujas aún latía,

El insensato mundo seguía con sus frivolidades alrededor suyo.

Después de cinco minutos se apagó para no latir más.

El occiso se reflejaba en el espejo del armario multidimensional:

Aún había una sonrisa y una lágrima.  







Eusoj Sargav

viernes, 4 de diciembre de 2020

8-9-3, la peor jugada de Murakami Satō

 Tras el deterioro de la dinastía Tokugawa y el paso a la era Meiji numerosos samuráis se habían quedado sin propósito algún: sin un señor por quién luchar, sin un clan por el cual matar, vagaban sin rumbo definido. Algunos se ganaban la vida como mercenarios de élite, guardaespaldas o extorsionadores. 

Estos antiguos samuráis, ya viviendo en una época en la que el blandir sus espadas se iba quedando atrás —junto a vendedores ambulantes—, comenzaron a congregarse en grupos de jugadores de cartas, apostadores, no había mucho que hacer. En dichas casas de apuestas se decía que había un hombre misterioso —de quien no se sabía el nombre— que siempre ganaba y se cobraba las vidas de los apostadores quienes no tenían nada más que apostar. Quienes vieron su rostro detrás de la máscara de oni que solía usar, decían que tenía los huesos expuestos. 

Murakami Satō era uno de esos apostadores que siempre jugaban el todo por el todo en un juego tradicional japonés llamado Oicho-Kabu. Murakami, temido samurái en su momento, se enteró de la existencia de aquel misterioso jugador enmascarado, por lo cual partió desde Iwaki a Kyoto. 


Tras su llegada a Kyoto, Murakami halló al apostador y empezó el juego. Pasaron solo pocos minutos y ya había perdido todo el dinero que traía con él, pese a que le dijeron que se retire, siguió apostando: todo lo que tenía y lo que no tenía, incluso llegó a apostar a su heroica katana. Tras todo ello, el orgulloso y terco apostador siguió perdiendo. Quienes lo vieron, tras perderlo todo, se acercó enfurecido al incógnito jugador y se le quedó mirando a los ojos largo rato, intercambiaron inentendibles palabras y jugaron una ronda más. 

Esta fue la última partida de Murakami, quien obtuvo un 8, un 9 y un 3 (ya (yattsu-ku-za (san)) y se derrumbó sobre la mesa tras la jugada para nunca más levantarse, había apostado su alma contra el portador de la máscara oni, un shinigami.




Eusoj Sargav


sábado, 14 de noviembre de 2020

Madrugada de Renuncias, en: “Una noche de tragedia”

Madrugada de Renuncias, en: “Una noche de tragedia” 


Puede herir susceptibilidades.

Antes y después de la medianoche del noviembre 15 del 2020. 


Político peruano A: Señores, ¿qué hacemos? 

Político peruano B: ¿No venimos aquí para quedarnos? 

Político peruano C: No, “B”, estás cagado, cuñado. Podemos decir que no estamos de acuerdo con el presidente, renunciamos al cargo y ya hermanito, salvados. 

Político peruano D: “C” eres todo un conchasumadre, ja ja ja, ¡este tipo es un genio! 

Político peruano E: Renunciemos y volvamos cuando las aguas se calmen. 

Político peruano F: Salud por eso.

.

.

.

Político peruano Z: Salud, no iremos a la cárcel.



Cambiemos al Perú.





Eusoj Sargav


lunes, 28 de septiembre de 2020

Anestesia

          Era un viernes trece o un lunes cualquiera cuando fui al dentista, no recuerdo con precisión. El asunto es que había ido a su consultorio para que me saquen una muela del juicio y terminé experimentando una sobredosis de anestesia, posteriormente una alteración de la realidad del entorno, y la cereza que le faltaba al pastel: “El terremoto”.

Se fue la luz, todo estaba oscuro y la gente gritaba: «…No saltes, no saltes. Detente muchacho, no te mates…», los gritos tanto dentro como fuera del edificio eran de desesperación, ya que la tierra seguía convulsionando junto al cuerpo inerte del muchacho que posiblemente estaba reventado. En tanto, yo intentaba pararme de la silla de torturas del dentista, pero solo conseguí irme para un lado de aquella silla y estrellarme de cara, perdí el juicio y no la muela de mierda que sangraba furiosamente, la nariz se me estropeó y todo se jodió. El dentista, muy buena gente, al intentar ayudarme a ponerme de pie, terminó tropezándose y se dio un cabezazo contra un mueble de fierro antiguo y oxidado. Todo se caía encima de nosotros, instrumentos odontológicos, vidrio de las ventanas y pedazos de techo ¡Todo aquello ameritaba una evacuación inmediata! Pues el terremoto seguía danzando diablada[1], necesitaba saber si ya había salido del consultorio para salir del edificio de diecinueve pisos que se movía de un lado a otro amenazando con caer en cualquier momento, pero la anestesia se había apoderado de mí, del consultorio, del dentista, y amenazaba con inundar al edificio y adormecer las conciencias de la gente para que mueran tranquilas o sino ahogarlas. Los gritos seguían a voz viva por todos lados, dentro de mi cabeza, afuera, el dentista decía algo que no entendía —tal vez pedía desesperado por ayuda”—, pero nada podía hacer yo, él se encontraba en el suelo con un enorme pedazo de techo que le había caído en la pierna, y, posiblemente se la había fracturado. Ya no sabía nada de lo que ocurría en ese viernes trece o lunes, solo escuchaba gritos.

El terremoto siguió y siguió sin fin atolondrándose. La anestesia junto a mí, salió expulsada del consultorio del piso dieciocho como si de un tsunami se tratara, y yo surfeando sus crestas con una tabla de surf imaginaria. Empezamos a pasar por encima de la gente que se encontraba corriendo en los pasillos, otros se encontraban parados, inmóviles, esperando que la anestesia haga lo suyo y morir en paz. Yo seguía en la ola de anestesia muy anestesiado. Al momento de llegar al piso trece, el edificio estaba a punto de colapsar, se movía cual experta bailarina de pole dance alrededor de las columnas de fierro que ya empezaban a salir del mismo, mas yo seguí encima de esa brutal ola de anestesia que bajaba presurosa por las escaleras llevándose a su paso las vidas de las personas que no lograban soportar dicha venenosa sustancia.

Los pisos del edificio empezaban a caer con personas, teles, camas, mascotas, dinero y todo lo que uno pueda imaginarse que hay en una casa, sin embargo, gracias al mar de anestesia en el que me encontraba surcando sus olas adormecedoras, hacía que mi caída sea casi imperceptible y no dolorosa porque nunca chocaba al suelo. En la caída me puse a pensar ¿qué pasaría luego que salga del edificio? ¿Qué pasó con el dentista? ¿Qué será de mí? ¿Moriré de sobredosis o por el posterior dolor de tener la encía destruida y la muela del juicio aún sin lograr sacar después de tres infructuosas horas de intentos para extraérmela? Sinceramente poco me importaba: la muela, el terremoto, el suicida, la gente ahogada bajo el mar de anestesia, la vida universitaria que dejé atrás por el deseo ser feliz estudiando algo que en verdad me guste… ¡Nada de eso importaba ya! La tierra seguía moviéndose como loca, como si dos titanes gigantes de un billón de toneladas estuvieran teniendo sexo e hicieran temblar todo el mundo, el terremoto hizo que el edificio se eche para un lado aplastando a todos los carros que trataban de llegar a sus casas para ver a su familia, para sentarse en la taza del baño… qué se yo… hubieron muchas explosiones cuando el edificio cayó sobre los autos, ocho madres llorando por el hijo que no era suyo y que se encontraba hecho añicos en la acera. Ya fuera del edificio me di cuenta que formaba parte, que yo era aquel infinito y enorme mar de anestesia que se esparcía en todas las direcciones posibles y que ocasionaba sobredosis en las personas para que no tengan que sufrir más del terremoto que duraría millones de años (y que recién había empezado hace una hora).

No podía estar más que satisfecho conmigo mismo: salvaba a los habitantes del mundo de su desesperación, locura y sufrimiento. Los adormecía con mi cuerpo líquido de anestesia que estaba a punto de expandirse por cada rincón del planeta, de la estratósfera, de la ionósfera, de marte, de la vía láctea, del universo.

 

 

 


 

 

Eusoj Sargav



[1] Diablada,danza llamada así por la careta y el traje de diablo que usan los danzantes. La danza representa el enfrentamiento​ entre las fuerzas del bien y del mal, reuniendo tanto elementos propios de la religión católica introducida durante la presencia hispánica como los del ritual tradicional andino”. ​(Wikipedia)  

lunes, 31 de agosto de 2020

Amor cuaternario

 

Dos parejas que se aman

Dos parejas que reciben y dan.

Dos parejas que se unifican

Dos entes independientes que se diferencian.

 

Dos parejas se encuentran y desencuentran,

Agua y aceite, café con leche

Miradas cómplices al aire.

Los amantes sonríen furtivamente,

Se enamoran.

 

Dos parejas dispares se emparejan,

Amor, un sentimiento unificador de almas

Un fuego que no quema, sino abraza

Esas dos parejas intercambian parejas,

Todos se aman.

 

Dos parejas cóncavas,

Dos parejas convexas,

Cuatro nuevos extraños,

Cuatro personas que se aman.

 

Nace el amor cuaternario.







Eusoj Sargav

martes, 14 de julio de 2020

Accidente común

Tenía dos examenes, dos exposiciones, tres trabajos pendientes y muchas horas sin dormir bien. Tras largo rato de haber estado sentado frente al escritorio tratándo de elegir por donde empezar, decidí ir por un vaso con agua a la cocina —como quien estira las piernas casi entumecidas y toma aire fresco—. pero por acidente terminé cayendo sobre la cama y siendo aplastado por las sábanas y frazadas, quedando así inconsciente en el acto. Fue una tragedia cuando me di cuenta que ya era hora de alistarme para ir a la universidad.








Eusoj Sargav

domingo, 12 de julio de 2020

Atrapado en el mundo del queso

Pensé que sería una buena idea comer el queso de la nevera, pero jamás imagine que esa máquina me absorbería como si de un portal multidimensional se tratase y así fue. Sin darme cuenta vivía en una ciudad de queso con muchos agujeros —todos perfectamente circulares—, a lo mejor estaba en la ciudad de Gruyere. Observé una habitación de paredes amarillas en la que había una ventana circular —que se asemejaba mucho a la de los barcos— y decidí acercarme a aguaitar de pura curiosidad: todas las personas estaban constituidas de queso y otras cosas que no lograba identificar, autos hechos de queso, perros hechos de queso que orinaban queso en el tronco de árboles de queso que tenían frutos de queso en sus quesosas ramas.

          Como ya se imaginarán, entré en un pánico tremendo y busqué si la recamara en la que me hallaba tenía un espejo en algún lado… y sí, había un queso brillante que reflejaba mi imagen de humano de carne y hueso, para mi buena o mala suerte. Me surgieron muchas preguntas mientras estaba presto a tomar una ducha, pero en lugar de salir agua, salía queso parmesano en estado líquido; fue grotesco, así que aborté la misión de ducharme ¿Qué pasaría si comienzo a caminar libremente por la ciudad? ¿Los habitantes de queso se aterrorizarían de mí, de un ser no-queso, o pensarían que soy un humano y me comerían fundido en pizza o bañado en salsa BBQ? Sea como sea, tenía que entender qué era lo que pasaba en este mundo, en este mundo de queso. Muchas preguntas por resolver, nadie a quien recurrir y un olor a queso impregnado en las fosas nasales que ya resultaba nauseabundo a cada respiro.

          El tiempo en este queso world era imperceptible ya que nunca encontré un reloj en la habitación ni en mi muñeca. Libertad, conocimiento, aceptación en la sociedad —la sociedad de los habitantes de queso de la que me ocultaba—, cordura, todas esas cosas me faltaban y me asfixiaban, así que en consecuencia me desvanecí en el suave piso de queso. A mi despertar, una idea hizo lo mismo: más tardé en pensarlo que en hacerlo, derretí queso y me recubrí con el mismo todo el cuerpo, solo así podría salir a dar un paseo por Gruyere.

          Gruyere, era una ciudad como muchas de las ciudades del mundo humano en la que se podían ver plazas, casas con azoteas, casas con techos a dos aguas, cantinas de licor fermentado de queso —no mencionaré cómo es que lo sé—, incluso los habitantes de queso hablaban español con acentos franceses, todo era una absoluta novedad para mí. El interactuar con los curiosos seres de queso fue una cosa de locos, eran tan similares a los humanos de carne y hueso en su forma de actuar, aunque algo abstraídos de lo que ocurría a su alrededor, es así como logré pasar desapercibido entre ellos y comencé a realizar preguntas a la gente de queso de ascendencia parmesana sobre la historia de la ciudad; a lo que ellos me respondían que nunca antes se habían puesto a pensar en lo que es historia, ya que no tenían noción del tiempo, ni de amaneceres y/o anocheceres; pero claro, me dieron ciertos alcances sobre los lugares a los que conducían los agujeros enormes dentro de la ciudad de queso.

          Todas las personas de queso a las que pregunté sobre la ciudad me respondían cosas similares, como, por ejemplo:

“EL AGUJERO OESTE TE LLEVARÁ HACIA EL PANTANO DE QUESO, TEN CUIDADO, QUE LOS QUESODRILOS PODRÍAN COMERTE, SON MUY PELIGROSOS”

“EL AGUJERO NORTE TE LLEVARÁ AL MONTE APPENZELL. JAMÁS FALTARÁ EL LIGERO PICANTE EN SUS NUECES”

            Esta información inútil no me servía, así que les seguí la corriente y recordé cómo había entrado al mundo de queso: un portal multidimensional. Así que pregunté a muchas personas quesosas si existía una manera de salir del mundo de queso para explorar otros mundos extravagantes en el exterior, al momento de preguntarles eso, se negaban a responder, se marchaban y me dejaban con un cuadro de queso en la lengua. Fue así como logré comprender que existía una manera de salir del mundo de queso: atravesar el agujero negro que se encuentra en el punto más alto del mundo de queso.

          Para conseguir trepar las paredes correctas que me condujeran al agujero negro, tuve que recorrer por largo tiempo —a lo mejor días, semanas, o quién sabe…meses— en dirección sur, hacia las tierras raras de quesos azules en el que pude caminar por el horizonte verticalmente (algo así como caminar una pared en el mundo humano, pero ignorando las leyes de la gravedad que hacen que todo caiga).

          El desenlace de esta ácida odisea llegaría a su final cuando conseguí atravesar el agujero negro, primero la cabeza, luego el cuerpo. Hacía mucho frío fuera del mundo de queso, aún seguía en la refrigeradora y pude ver cómo me encontraba fuera del refrigerador, es extraño…me encontraba fuera de la refrigeradora y dentro de ella al mismo tiempo. Noté que mi “yo” u “otro yo” sostenía un cuchillo enorme y reluciente en el que logré ver reflejado mi rostro dentro del refrigerador, y era un gusano rosado con un sombrero negro...diría que lucía idéntico a ese que usan los magos para sacar conejos.

          Mi “otro yo” o “yo del exterior del refrigerador” acercaba ese cuchillo enorme al cuello y ¡Sas! Se lo rebanó como si de cortar un queso se tratase, lo demás no conseguí ver porque mi cabeza de gusano fue separada de su cuerpo en el mundo del refrigerador, y es así como mi cuerpo se regeneró y habían dos “yo” en la refrigeradora: uno encima del queso, y “yo” —el explorador del mundo del queso— a un lado, sorprendido.






Eusoj Sargav





martes, 5 de mayo de 2020

Eva


Esta no es una historia del futuro, acaban de pasar catorce días.
Cierto científico había sido despedido del Centro Global de Desarrollo de Antivirales (CGDA) contra la pandemia del covid-19; se había infectado junto a su esposa —quien iba a morir.
Ese hombre desesperado —“por amor”— hizo algo egoísta e inhumano:  transfirió la conciencia de su mujer a una máquina: el primer ciborg.
El renacer de esta mujer trajo el fin de la humanidad: empezó a replicar lo que habían hecho con ella a más humanos, y estos a otros para “salvarlos”.
Quedarán algunos humanos, quizás… y yo… un escritor.





Eusoj Sargav

martes, 28 de abril de 2020

Mission Complete


Hay un puto zancudo en mi cuarto, son dos de la mañana y llevo una hora con veintitrés minutos y cincuenta segundos despierto sentado sobre mi cama. Permanezco casi inmóvil, lo único que se mueven son mis globos oculares y ocasionalmente me acomodo sobre mi sitio, mas sigo incómodo. El puto zancudo sigue en mi cuarto…

Hay un monstruo alado, está al otro lado de mi puerta, puedo sentir su demoniaca presencia—al que la gente común y silvestre le llama polilla—, también intenta irrumpir en mi cuarto. Este monstruo alado de grandes dimensiones embate su cuerpo contra mi puerta usando todas sus fuerzas una y otra vez —eso me hace sentir más tenso, más nervioso, a lo mejor es mi traviesa imaginación y solo es un mal sueño, un mal viaje… a lo mejor.

Es de inteligentes hallar soluciones a los problemas, por eso, la única manera en la que el zancudo se vaya de mis dominios es abriéndole el portal… la puerta. Este bicho se ha logrado comunicar conmigo —sorprendentemente— y me acaba de dar la misma solución que se me había ocurrido segundos atrás, pero este pequeño bastardo le añadió algo más: “Ya me quiero ir de aquí, Eusoj, eres un humano sin sangre... —bzzz, bzzz, zumbaba el maldito— sin sangre en la cara, ya estoy muy aburrido, eres aburrido, ya extraje esos 4,9 litros de sangre que corren por tus venas, Eusoj. Te parecerá mentira, pero soy un ser con un apetito voraz”

He aquí el dilema: el zancudo está que me saca de quicio con sus zumbidos, y no para de reclamarme diciendo que lo deje salir, que lo deje salir, que está aburrido y tiene hambre… y que si no le abro la puerta para que se retire en paz, continuará zumbando cerca de mis orejas como si fuera el maldito motor de un Lamborghini Diablo GTR 2000 o como uno de esos carros de carreras de Fórmula 1 —manejado por el difunto Ayrton Senna.

¡Oh maldita sea! Me temo que algo está escarbando la puerta de mi cuarto ¿Será la filudísima[i] pata de aquel monstruo alado de proporciones descomunales llamado polilla? ¿O será su mandíbula hastiada de tragar tanta madera barata que ahora querrá probar un pedazo de mi pedazo?
Sea como sea, al señor zancudo y a mí se nos acababa el tiempo.

El señor zancudo sabe que, si logro encontrarlo, lo aplastaré y beberé de él todos esos 4,9 litros de sangre —recuperaré toda la sangre que ha venido succionándome desde hace ya una semana. Mientras tanto, una inútil araña se halla hilarante en un vértice de mi habitación, colgando de su débil tela de araña con sus ocho ojos bien abiertos observando el penoso show… sí, ya sé, dije débil tela de araña aún sabiendo que es más resistente que el acero— porque es incapaz de contener al maldito zancudo que atraviesa sus telas de araña con una velocidad cercana a la velocidad de la luz (y sin desintegrar su propio cuerpo en el intento).

Segundos después —que parecieron horas, meses o años—, la araña se acercó presurosa hacia mí diciéndome que no me asuste de ella ni de aquel monstruo innombrable —que ya había introducido su pata asquerosa a través de mi puerta.

          —¿Por qué no debería de tenerle miedo a esa cosa de más de dos metros que está por entrar a la habitación? —pregunté, ignorando que estaba hablando con un arácnido.

          —Porque tiene una debilidad mortal —dijo la señora araña guiñándome siete de sus ocho ojos— y me lo dijo.

          El plan era que debía de extraer un litro del veneno mortal de la señora araña; una vez hecho eso, el paso siguiente era rociar todo ese líquido venenoso en el rostro del mutante alado —el cual estaba a una nada de traer abajo la puerta de mi habitación.

          Es bien sabido que el tiempo no puede detenerse, a no ser que estés en zetas, y yo, que hace una hora con veintinueve minutos y dos segundos estaba en zeta zeta zeta durmiendo plácidamente —hasta que cierto zancudo mal nacido apareciera rondando a una velocidad supersónica por mi cuarto—; logré extraer el litro de veneno de la araña e inmediatamente se lo rocié en el rostro diabólico de aquella polilla en esteroides ni bien lo tuve frente a mí —tal y como estaba planeado.

          El zancudo, la araña y yo fuimos testigos de cómo aquel titán alado (comúnmente denominado polilla) se derritió en el acto quedando de él una minúscula y ridícula polilla de no más de un centímetro que se retorcía en mi piso de parquet.
¡Mission complete! Exclamé.







Eusoj Sargav



[i] Filudísima no es un término existente en la RAE, pero sí en este texto.

miércoles, 15 de abril de 2020

El perico que hibernó dos estaciones


Desperté asustadísimo, seguía confundido, veo que es invierno (creo que ayer fue verano), mi ropa estaba cubierta de polvo y sangre. Mi nariz también.

¡Era un absoluto desastre! ¿Qué habré estado haciendo? Bueno, nada de eso importa. Será mejor volver sobre mis pasos.

Para empezar, no debo de aceptar reunirme a las 10 pm de ayer con Casaretto, ni tampoco ir constantemente a casa de Melissa por adrenalina durante el año pasado, para terminar, no debo reemplazar los medicamentos que me recetó el psiquiatra por toda clase de psicotrópicos.

Tal vez así evitaré la sobredosis que tuve en verano.


 
Nota: Estos pericos no son míos.


Eusoj Sargav

jueves, 9 de abril de 2020

Habitación 505

¡Qué duro que está esto!
—No te preocupes, sigue moviéndolo.
—Erij, ya no puedo más, hay que bañarnos nuevamente.
—Vitza, ¿y luego qué? Ya estoy sintiendo frío —dijo Erij mientras abrazaba a Vitza por la espalda.
—Bueno, no lo sé, hemos intentado todo, incluso ya rompiste el pomo de la puerta del baño y no se puede abrir esta maldita puerta, ya gritaste todo lo que pudiste, mas nadie respondió a nuestro llamado… estamos en un hotel, tal vez piensen que te estoy castigando —dijo Vitza mientras reía.
—Tienes razón, seguiremos encerrados, ¡para siempre!
—No está mal, ¿no?
—Soy claustrofóbico.




Eusoj Sargav



sábado, 4 de abril de 2020

75 microgramos


Los hospitales de cierto país latinoamericano ya no se abastecían para recibir pacientes que fueron infectados por el virus covid-19, razón por la que estaban enviando a los mismos a “descansar” a casa. Uno de esos era Albert Hoffman —quien en realidad se llamaba Enrico Groening—, un genio pintor quien nunca exhibía sus obras de arte, porque eso es lo que eran.
En sus últimos días de vida me llamó y dijo: Meg, estoy grave, pero aún quiero cumplir el último de mis sueños, por lo que necesito un último regalo tuyo: 75 µg de LSD.
Dibujó la muerte.





Eusoj Sargav

jueves, 2 de abril de 2020

El error de Óscar Pastor


Óscar Pastor —sabiendo que era una terapia prohibida—, se había introducido en la mente caótica y malsana de uno de sus pacientes esquizofrénicos para poner orden en ese mundo perturbado.
Adentrado en el caos, encontró niños que ocultaban su rostro y rehuían al diálogo persuasivo que planteaba este experimentado psiconauta; aun sabiendo que debía de ser cuidadoso, obligó a que lo escuchen, acorralándolos contra un callejón mental sin salida.
Grande fue su sorpresa cuando vio que todos eran niños con un rostro idéntico al suyo. La infección se apoderaba de su psiquis, los niños se apoderaron de su mente.





Eusoj Sargav

Los halcones hambrientos



La propia de los buenos espantapájaros es el peor castigo que se les otorgaba a los hombres que traicionaban la confianza del terrateniente Edmundo Cruzado. No había diferencia si le robaban un alfiler o una camionada de trigo, el castigo caía sobre todos, sin discriminar... 
—Supongo que me están observando a lo lejos mientras converso contigo, ¿no es así? 
—No sabes lo bien que se movía tu hermana, sucio bastardo —exclamó el hombre crucificado en medio del trigal. 
—Eso no sabía, ella nunca nos contó aquello... Acabas de ponerle fin a tu vida. 
Los halcones hambrientos del terrateniente hicieron justicia.






Eusoj Sargav
Microrelato de 100 palabras

jueves, 26 de marzo de 2020

Falsa alarma


La fiebre no bajaba y las alucinaciones ni qué decir, ¿en verdad lo eran? —¿será ese maldito delirium tremens otra vez? No lo creo —, días atrás había contraído un resfrío… ¿dónde?, no lo sé, tal vez en el cine, o tal vez en un concierto, o a lo mejor en una playa nudista que estaba repleta. No lo recuerdo. El asunto es que necesito un poco de cacaolat[i].
Al amanecer ya no tenía fiebre, pero tenía mareos como cada día que despertaba, era un día espléndido, y yo, un estropajo tendido en el suelo al lado de mi cama. Ya se me pasará, pensé, y me dormí como un angelito.
Ya era hora del almuerzo me dijeron unos duendecillos, pero en realidad ya había pasado un día entero y yo seguía en el suelo, tenía hambre, sed y vómito sobre mí, pero qué importa... no hay nada que un buen duchazo y una buena comida no puedan solucionar. Mientras me duchaba me di cuenta que seguía estornudando y tosiendo, y me dije: al carajo todo, tengo coronavirus, llevo así una semana… ¡me voy a morir!, pero yo no me voy solo, me llevaré a todos. Sí, eso haré.
Aprovechando que se había establecido el toque de queda, empecé a visitar a cada uno de mis vecinos, unos buenos —a quienes solo decidí saludarlos a modo de despedida, a través del intercomunicador porque estoy seguro que perdí el celular en un bar de mala muerte o en algún burdel—, luego visité a los malos, a esos grandísimos bastardos que a todo momento hacían bulla, fiestas y dejaban hecho un asco el edificio y se orinaban en mi hermosa maceta de geranios que tenía en la entrada de mi casa. A cada uno los visité, les dije sus mil verdades y les tosí en la cara, claro, cada uno de ellos me propinó golpes, me amenazaron de muerte, o simplemente, me cerraban la puerta en la cara, muy aterrados todos. Ya todo estaba listo. Era el fin.
          Al regresar a mi apartamento, no encontré más licor por ningún lado, no había más cervezas en el frigobar, no más bourbon en la vitrina de botellas vacías, no había absolutamente nada. Nada de nada, nada. Las horas posteriores fueron aterradoras para mí, empecé a sudar y necesitaba beber de ese manjar de los dioses, sangre del dios Baco, o, en el peor de los casos algún perfume o el alcohol en gel que tanto se usaba, pero fue en vano aquella búsqueda. Pensé en arrojarme del balcón, y así sucedió, pero no porque quise, sino que me dio vértigo y caí hacia el suelo para no volver a levantarme.
          Al despertar después de algunos minutos, seguía en el suelo, con algunas abolladuras, pero nada grave —vivía en un segundo piso—, lo que sí era grave era que unos oficiales me intervinieron y les dije que tenía coronavirus e inmediatamente fui transferido a un hospital en donde descartaron que tenía aquel virus letal, lo que tenía era un resfrío que se había prolongado mucho y que no podía pasar más de tres horas sin beber alcohol y me hicieron lavado gástrico para desintoxicarme y luego llevarme a una comisaría. Una vergüenza.





Eusoj Sargav



[i] El cacaolat es una bebida típica de España. Es una combinación de granos de cacao, agua, vino y pimientos que se suele beber caliente durante el invierno o después de cenar acompañada de algún postre.

domingo, 15 de marzo de 2020

El guardaparques


El Parque Nacional del Manu[i] es un Área Natural Protegida (ANP) de carácter intangible, no obstante, a los hombres de pasamontaña poco les importa.
Con el día de hoy ya han pasado 2 años y sigo perdido. Huele a sangre.


Viernes 13 de agosto del 2010

—¿Siempre fue así de callado el tal Frank?
—Tampoco es que quiera hablar con alguien.
—No lo sé, Fernando. La gente callada en este trabajo puede ser muy peligrosa…
—Tú también eras callado cuando llegaste acá, no hablaste con nadie sino después de una semana.
—Hey, hey, hey, yo no hablaba porque estaba enfermo, eh—dijo Fausto golpeándolo amistosamente en el hombro a Fernando. — Además, no me acostumbraba a trabajar en un camal y abrir animales.
—A lo mejor también está enfermo, ¿no lo crees?
—Sí, ya lo creo, pero del cerebro, mi hermano.
Ambos rieron
          —Vamos a joderlo —sentenció Fernando.
          —Vamos a hacerlo mierda a ese mudo —agregó Fausto.


El día tan esperado por Frank había llegado: había sido aceptado en el programa de guardaparques voluntarios que se convoca por lo general tres veces al año.
Frank por fin sería guardaparques del Parque Nacional del Manu, asimismo, aprovecharía su estadía como para guardaparques para hacer estudios sobre la ecología del lugar.

Viernes 13 de junio del 2008

Después de haber sido capacitado acerca de sus funciones como guardaparques, Frank, un brillante estudiante de biología, se presentó puntual ante Francesca, quien sería la encargada de entregarle todos los materiales que necesitaba: brújula, mapas cartográficos, un machete para cortar trocha y una radio para comunicarse en caso se perdiese.
—Frank, verás, esta experiencia que se te otorga como guardaparques es todo un privilegio. Muchas personas fallaron en su intento para ser aceptadas ¡Felicitaciones, serás nuestro nuevo guardaparques!
—Muchísimas gracias Francesca, no tengo palabras para expresar la emoción que siento, daré lo mejor de mí.
—Tómalo con calma chico, no te vayas a perder en el corazón de la selva en tu primer día de guardaparques— Francesca río.
—Jajaja, ¡descuida! No haré nada que no me hayan dicho en la capacitación.
—Perfecto entonces, puedes ir a tu puesto.

Los días pasaban brillantes y calurosos, y Frank no dejaba de aprender de la mano de Francesca— una joven y entusiasta ecóloga ítalo-eslovaca que trabajaba en el Manu gracias a documentación falsa que un amigo suyo le había conseguido en Jirón Azángaro[ii], pues solo tenía visa de turista —, la rutina no se sentía como rutina, cada día que pasaba, Frank se maravillaba con todo lo que veía.
Al cabo de dos semanas, las lunas dejaron de ser solitarias para Frank. Seguía aprendiendo mucho con su mentora.

Viernes 11 de agosto del 2008

Como cada mañana, lo primero que se podía ver eran los rayos de luz que se filtraban entre los árboles que crecían gigantes frente al campamento que estaba delante del puesto de guardaparques. Los loros, guacamayos y demás aves curiosas entonaban exóticas pero hermosas melodías, el olor a tierra mojada y Francesca a mi lado eran la mezcla perfecta para mis días de guardaparques.
—Vamos, levántate dormilón, hora de ir a dar un paseo.
—¿Lo dices en serio? —preguntó emocionado el entusiasta estudiante.
—Sí, ¡claro que sí! Este pedazo de selva, es ancho y ajeno… Algo así decía un escritor de este país, ¿no? —preguntaba muy sonriente la hermosa Francesca.
—Así es, algo así. En verdad la frase correcta es: “El mundo es ancho y ajeno”, y no es una frase, es el título de una novela escrita por Ciro Alegría.
—Bueno, sigamos con lo nuestro que es el bosque y tal —ambos rieron y se besaron.
—Sigamos, sé que no debería internarme mucho en la selva, pero como me estás dando permiso, no habrá problema.
—Por ese lado estoy tranquila. A lo largo de tu estadía como guardaparques, me has demostrado que tienes un notable sentido de la orientación. Me sorprende para serte sincera.
—Es algo innato, por supuesto— bromeaba Frank.
—Bien, Mr. Brújula, llegó la hora que cuides nuevos rincones del parque, ¡suerte!

Frank se adentró en la selva virgen, observaba flores de colores y formas muy peculiares, insectos que jamás había visto, y claro, mucha maleza que le obstruía el camino. Y así se la pasó Frank, cortando trocha, fotografiando y haciendo apuntes durante todo el día.
El día iba oscureciendo y Frank debía de regresar al campamento, así que decidió seguir una ruta más corta, aunque inexplorada. El machete cortaba y cortaba la maleza que se interponía entre su camino y el campamento, cuando repentinamente se topó de narices ante un sujeto con pasamontañas quien se abalanzó contra el frágil guardaparques que cayó de bruces. Ahí no quedó todo, el hombre de pasamontañas había comenzado a golpearlo sin piedad y el joven Frank sentía como se le iba la vida, por lo que tenía que hacer algo para salvarse, solo atinó a mover los brazos para no ser golpeado, hasta que sintió que el hombre con pasamontañas que estaba sobre él dejó de atinarle golpes: Frank le había cortado el cuello con el filo sediento del machete. Tal vez le pareció buena idea desaparecer el cuerpo del hombre con pasamontañas, y el machete empezó a cortar.
Ya había oscurecido y Frank era interrogado por Francesca.

—Frank, ¡explícame ahora mismo por qué llegaste desnudo al campamento y con tantos golpes y cortes en la cara!
—Sucedió que me caí al pisar mal y me estrellé contra un árbol inmenso, y la verdad siento que todo me está dando vueltas, necesito atención médica… Estoy muy preocupado. Por favor, debo de ir a un hospital.
—¡Oh, Frank! No perdamos tiempo y sube a la camioneta, llegaremos en unas horas al pueblo más cercano. No estás en condiciones de quedarte más tiempo como guardabosques, tendrás que regresar a Lima, lo siento.
—Pero Fran…
—No te preocupes, te visitaré cuando tenga tiempo.
Frank se desmayó en el instante, todo se nubló y lo último que vio fue a Francesca.

Viernes 13 de agosto del 2010

          Cortar carne es lo que mejor sé hacer, el cuchillo se tiene que deslizar firme y con precisión para obtener un trozo perfecto. He perdido tanto tiempo jugando a ser guardaparques… Extraño mucho el sol, los árboles, los animales y a mi amada… Mejor es cortar carne, me gusta, realmente es algo que amo. Sobre todo, si es la carne de dos tipos con pasamontañas que me quisieron asustar el día de hoy.
          Sigo perdido…
          Francesa, ¿dónde andarás?






Eusoj Sargav





NOTA: Todo esto es ficción.


[i] El Parque Nacional del Manu es un Área Natural Protegida (ANP) y queda en el departamento de Madre de Dios, Perú.
[ii] Jirón Azángaro, un Jirón ubicado en el corazón del centro de Lima y debe su fama debido a que hay mucha gente que trabaja en ese jirón, adulterando documentos.

Flamenco rojo

  La esperanza se pierde, ¿Respira? A Rubén no le cabía ni un solo grano de arroz más, estaba más que satisfecho, estaba tan lleno de co...