Esta no es una historia del
futuro, acaban de pasar catorce días.
Cierto científico había sido
despedido del Centro Global de Desarrollo de Antivirales (CGDA) contra la
pandemia del covid-19; se había infectado junto a su esposa —quien iba a morir.
Ese hombre desesperado —“por amor”—
hizo algo egoísta e inhumano: transfirió
la conciencia de su mujer a una máquina: el primer ciborg.
El renacer de esta mujer trajo el
fin de la humanidad: empezó a replicar lo que habían hecho con ella a más
humanos, y estos a otros para “salvarlos”.
Quedarán algunos humanos, quizás…
y yo… un escritor.
Eusoj Sargav
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