—Don Pedro, ¿ya compró los cohetes?
—Sí, sí, en un día estoy pasando por el pueblo. Avisa a
todos que llevaré cohetes, ¡muchos cohetes!
—¿Pero está seguro que llegará a tiempo?
—Sí, ya estoy saliendo de Lima repleto de mercadería, estaré
de copiloto en el trailer de Pancho "bigotes", así que no te
preocupes hija, que ese corre como loco.
—Ok don Pedrito, lo esperamos.
—Chau —colgó el celular y lo guardó en el bolsillo del
pantalón
—Bigotes, ¡Vuela! ¡Que no llegamos!
—¡Ahí vamos!
Don Pedro, gran comerciante de lo que sea, se encontraba en Lima en una carrera contra el tiempo, debía de llevar cohetes y trago para vender en los pueblos del norte.
—Oye Pedro, despierta, ¡despierta cojudo! —Pancho lo movía del hombro, casi samaqueándolo— ¡Despierta, que se me cierran los ojos!
—Ah... ¿Qué? —despertó sintiéndose confundido, mientras
se frotaba los ojos legañosos— Ah sí claro bigotón, salte de la carretera y
estaciona al trailer por ahí...
—Pedro, ya estamos cerca a Pacasmayo ¿Cuánta más mercadería falta por entregar?
—Mucha, mucha, hasta Tumbes. Ahora duerme y no jodas.
—¡Hola Rosangela! Siempre es un placer casi sexual el
verte —reía Pedro haciendo que se le mueva alborotadamente la panza—
Aquí están los cohetes, son quinien... ¡¿Quién es ese duende que está contigo?!
¡Qué feo es, parece un murciélago!
—Ay don Pedro, no sea malo, ni que usted sea el viejo más
guapo. Viejo usted tan ocurrente como siempre... —ruborizandose.
—¡Pero si es horrible!
—¡Ya carajo, basta de joderlo! Aquí está tu plata. Hasta
luego-gracias.
—¿Este monstruo no te espantará a los compradores?
—¡No, al contrario! Es muy querido aquí. Es muy amable y
cariñoso, al contrario de usted ¡Viejo verde! Ahora sí, bórrate, bórrate.
—Está bien Rosangela, feliz año nuevo, después no me estés
rogando para que te de esas visitas...
—Muérase usted. Feliz año.
En Perú. Corrección, en algunos lugares, existe la costumbre de
armar muñecos para despedir al año viejo y darle la bienvenida al año nuevo. A
los muñecos se les llena con todo lo que se desee (más que un deseo, un rechazo, un odio, un malestar): desde papeles arrugados llenos de
promesas y lamentos, ropa vieja de la mala suerte, peluches de ex-parejas. Todo
lo que uno se pueda, y no imaginar. Con un solo propósito que es decirle adiós
al año que le precede al uno de enero.
Los invasores de esta carretera por la que pasó el viejo
Pedro, tampoco son la excepción. Cada poblador de las veinte casuchas armó su
muñeco. Algunos muñecos eran pintorescos, con dos cabezas, sin cabeza, otros
feos.
El cielo negro con una varicela estelar, se iluminaba con cohetes multicolores que explotaban como balas de cañón de barco pirata. La euforia se esparcía como una plaga por las calles —sin pista ni veredas— del pequeño poblado de invasores. Las botellas y cajas de cerveza estaban por todos lados donde los ojos se pudieran pasear. Los borrachos también.
—¡Cinco! —gritaban en coro los pobladores, extasiados
—¡Cuatro!
—¡Tres!
—¡Dos!
—¡Uno!
—¡¡¡Feliz año nuevo!!! —resonó el rugido de los
pobladores en la carretera, acompañado de los sonidos de los furiosos motores
de autos que viajaban por la carretera haciendo sonar sus bocinas alegremente.
El trago siguió inundando las calles y las gargantas de los
invasores.
—¡A quemar los muñecos!
—¡Si, a quemarlos!
—Este es el mío, miren qué grande es —lo decía muy
orgulloso uno de los pobladores.
—¡Oh, es el más grande que haya visto en años! —se
sorprendía Rosangela, quien estaba, aún de pie sosteniendo una botella de vino
rosé a duras penas.
—Oigan, miren aquel muñeco tan feo, es el más feo que he
visto en la vida.
—¡Así es! Qué año tan terrible que tuvo esa familia
¡Quémenlo!
"Catalepsia. La Catalepsia en su grado más intenso
provoca que las funciones vitales,w cardíaca, respiratoria y neurológica estén
en un mínimo de actividad."
Unos gritos desgarradores apagararon las risas y alegría de la
noche, desemborrachando momentaneamente hasta a los más borrachos.
Alfredito, el niño más feo que se haya visto, pero más
hermoso del mundo: amable y bondadoso, corría a lo largo de "las calles"
hecho una antorcha humana, se asemejaba al mismo Satán, comentan algunos
pobladores.
Lejos de ayudar al querubín con alas de cucaracha, los
pobladores lo rodearon al pobre niño y lo rodearon con ron, pisco, vino, ¡lo
que hubiese!
Rosangela se dio cuenta de lo que pasaba, se abrió paso
entre todos, se acercó al angelito caído y lo bañó en gasolina.
El bebe gritaba mientras ardía en fuego, y juró venganza,
¡venganza!, los odiaba a cada uno de ellos, a todos. En especial a Rosangela.
El humanoide dejó de gritar y quedó chamuscado, el olor era
insoportable, pero no para los pobladores quienes siguieron bebiendo y bailando
al ritmo de la cumbia en aquel día maldito de uno de enero del dos mil dieciocho.
Rosangela exhibía en su rostro una repulsiva expresión de
calma, como la que tienen los suicidas antes de matarse.
Al día siguiente, pasó un camión de basura que se encargó de
recoger la basura, botellas y restos chamuscado que se hallaban regados por la
carretera. Entre ellos: el cuerpecito calcinado de Alfredito, el niño que
nació por accidente, que sobrevivió por el azar de la vida durante unos doce
años llenos de tristeza y rechazo por su fealdad, y que murió a las doce
"a eme", ahí... rodeado de muñecos de año nuevo.
Eusoj Sargav
Damn, haz más de estos, son increíbles!!!
ResponderBorrarHey gracias Uxiel!
ResponderBorrarCrueldad pura
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