martes, 5 de mayo de 2020

Eva


Esta no es una historia del futuro, acaban de pasar catorce días.
Cierto científico había sido despedido del Centro Global de Desarrollo de Antivirales (CGDA) contra la pandemia del covid-19; se había infectado junto a su esposa —quien iba a morir.
Ese hombre desesperado —“por amor”— hizo algo egoísta e inhumano:  transfirió la conciencia de su mujer a una máquina: el primer ciborg.
El renacer de esta mujer trajo el fin de la humanidad: empezó a replicar lo que habían hecho con ella a más humanos, y estos a otros para “salvarlos”.
Quedarán algunos humanos, quizás… y yo… un escritor.





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