jueves, 26 de marzo de 2020

Falsa alarma


La fiebre no bajaba y las alucinaciones ni qué decir, ¿en verdad lo eran? —¿será ese maldito delirium tremens otra vez? No lo creo —, días atrás había contraído un resfrío… ¿dónde?, no lo sé, tal vez en el cine, o tal vez en un concierto, o a lo mejor en una playa nudista que estaba repleta. No lo recuerdo. El asunto es que necesito un poco de cacaolat[i].
Al amanecer ya no tenía fiebre, pero tenía mareos como cada día que despertaba, era un día espléndido, y yo, un estropajo tendido en el suelo al lado de mi cama. Ya se me pasará, pensé, y me dormí como un angelito.
Ya era hora del almuerzo me dijeron unos duendecillos, pero en realidad ya había pasado un día entero y yo seguía en el suelo, tenía hambre, sed y vómito sobre mí, pero qué importa... no hay nada que un buen duchazo y una buena comida no puedan solucionar. Mientras me duchaba me di cuenta que seguía estornudando y tosiendo, y me dije: al carajo todo, tengo coronavirus, llevo así una semana… ¡me voy a morir!, pero yo no me voy solo, me llevaré a todos. Sí, eso haré.
Aprovechando que se había establecido el toque de queda, empecé a visitar a cada uno de mis vecinos, unos buenos —a quienes solo decidí saludarlos a modo de despedida, a través del intercomunicador porque estoy seguro que perdí el celular en un bar de mala muerte o en algún burdel—, luego visité a los malos, a esos grandísimos bastardos que a todo momento hacían bulla, fiestas y dejaban hecho un asco el edificio y se orinaban en mi hermosa maceta de geranios que tenía en la entrada de mi casa. A cada uno los visité, les dije sus mil verdades y les tosí en la cara, claro, cada uno de ellos me propinó golpes, me amenazaron de muerte, o simplemente, me cerraban la puerta en la cara, muy aterrados todos. Ya todo estaba listo. Era el fin.
          Al regresar a mi apartamento, no encontré más licor por ningún lado, no había más cervezas en el frigobar, no más bourbon en la vitrina de botellas vacías, no había absolutamente nada. Nada de nada, nada. Las horas posteriores fueron aterradoras para mí, empecé a sudar y necesitaba beber de ese manjar de los dioses, sangre del dios Baco, o, en el peor de los casos algún perfume o el alcohol en gel que tanto se usaba, pero fue en vano aquella búsqueda. Pensé en arrojarme del balcón, y así sucedió, pero no porque quise, sino que me dio vértigo y caí hacia el suelo para no volver a levantarme.
          Al despertar después de algunos minutos, seguía en el suelo, con algunas abolladuras, pero nada grave —vivía en un segundo piso—, lo que sí era grave era que unos oficiales me intervinieron y les dije que tenía coronavirus e inmediatamente fui transferido a un hospital en donde descartaron que tenía aquel virus letal, lo que tenía era un resfrío que se había prolongado mucho y que no podía pasar más de tres horas sin beber alcohol y me hicieron lavado gástrico para desintoxicarme y luego llevarme a una comisaría. Una vergüenza.





Eusoj Sargav



[i] El cacaolat es una bebida típica de España. Es una combinación de granos de cacao, agua, vino y pimientos que se suele beber caliente durante el invierno o después de cenar acompañada de algún postre.

domingo, 15 de marzo de 2020

El guardaparques


El Parque Nacional del Manu[i] es un Área Natural Protegida (ANP) de carácter intangible, no obstante, a los hombres de pasamontaña poco les importa.
Con el día de hoy ya han pasado 2 años y sigo perdido. Huele a sangre.


Viernes 13 de agosto del 2010

—¿Siempre fue así de callado el tal Frank?
—Tampoco es que quiera hablar con alguien.
—No lo sé, Fernando. La gente callada en este trabajo puede ser muy peligrosa…
—Tú también eras callado cuando llegaste acá, no hablaste con nadie sino después de una semana.
—Hey, hey, hey, yo no hablaba porque estaba enfermo, eh—dijo Fausto golpeándolo amistosamente en el hombro a Fernando. — Además, no me acostumbraba a trabajar en un camal y abrir animales.
—A lo mejor también está enfermo, ¿no lo crees?
—Sí, ya lo creo, pero del cerebro, mi hermano.
Ambos rieron
          —Vamos a joderlo —sentenció Fernando.
          —Vamos a hacerlo mierda a ese mudo —agregó Fausto.


El día tan esperado por Frank había llegado: había sido aceptado en el programa de guardaparques voluntarios que se convoca por lo general tres veces al año.
Frank por fin sería guardaparques del Parque Nacional del Manu, asimismo, aprovecharía su estadía como para guardaparques para hacer estudios sobre la ecología del lugar.

Viernes 13 de junio del 2008

Después de haber sido capacitado acerca de sus funciones como guardaparques, Frank, un brillante estudiante de biología, se presentó puntual ante Francesca, quien sería la encargada de entregarle todos los materiales que necesitaba: brújula, mapas cartográficos, un machete para cortar trocha y una radio para comunicarse en caso se perdiese.
—Frank, verás, esta experiencia que se te otorga como guardaparques es todo un privilegio. Muchas personas fallaron en su intento para ser aceptadas ¡Felicitaciones, serás nuestro nuevo guardaparques!
—Muchísimas gracias Francesca, no tengo palabras para expresar la emoción que siento, daré lo mejor de mí.
—Tómalo con calma chico, no te vayas a perder en el corazón de la selva en tu primer día de guardaparques— Francesca río.
—Jajaja, ¡descuida! No haré nada que no me hayan dicho en la capacitación.
—Perfecto entonces, puedes ir a tu puesto.

Los días pasaban brillantes y calurosos, y Frank no dejaba de aprender de la mano de Francesca— una joven y entusiasta ecóloga ítalo-eslovaca que trabajaba en el Manu gracias a documentación falsa que un amigo suyo le había conseguido en Jirón Azángaro[ii], pues solo tenía visa de turista —, la rutina no se sentía como rutina, cada día que pasaba, Frank se maravillaba con todo lo que veía.
Al cabo de dos semanas, las lunas dejaron de ser solitarias para Frank. Seguía aprendiendo mucho con su mentora.

Viernes 11 de agosto del 2008

Como cada mañana, lo primero que se podía ver eran los rayos de luz que se filtraban entre los árboles que crecían gigantes frente al campamento que estaba delante del puesto de guardaparques. Los loros, guacamayos y demás aves curiosas entonaban exóticas pero hermosas melodías, el olor a tierra mojada y Francesca a mi lado eran la mezcla perfecta para mis días de guardaparques.
—Vamos, levántate dormilón, hora de ir a dar un paseo.
—¿Lo dices en serio? —preguntó emocionado el entusiasta estudiante.
—Sí, ¡claro que sí! Este pedazo de selva, es ancho y ajeno… Algo así decía un escritor de este país, ¿no? —preguntaba muy sonriente la hermosa Francesca.
—Así es, algo así. En verdad la frase correcta es: “El mundo es ancho y ajeno”, y no es una frase, es el título de una novela escrita por Ciro Alegría.
—Bueno, sigamos con lo nuestro que es el bosque y tal —ambos rieron y se besaron.
—Sigamos, sé que no debería internarme mucho en la selva, pero como me estás dando permiso, no habrá problema.
—Por ese lado estoy tranquila. A lo largo de tu estadía como guardaparques, me has demostrado que tienes un notable sentido de la orientación. Me sorprende para serte sincera.
—Es algo innato, por supuesto— bromeaba Frank.
—Bien, Mr. Brújula, llegó la hora que cuides nuevos rincones del parque, ¡suerte!

Frank se adentró en la selva virgen, observaba flores de colores y formas muy peculiares, insectos que jamás había visto, y claro, mucha maleza que le obstruía el camino. Y así se la pasó Frank, cortando trocha, fotografiando y haciendo apuntes durante todo el día.
El día iba oscureciendo y Frank debía de regresar al campamento, así que decidió seguir una ruta más corta, aunque inexplorada. El machete cortaba y cortaba la maleza que se interponía entre su camino y el campamento, cuando repentinamente se topó de narices ante un sujeto con pasamontañas quien se abalanzó contra el frágil guardaparques que cayó de bruces. Ahí no quedó todo, el hombre de pasamontañas había comenzado a golpearlo sin piedad y el joven Frank sentía como se le iba la vida, por lo que tenía que hacer algo para salvarse, solo atinó a mover los brazos para no ser golpeado, hasta que sintió que el hombre con pasamontañas que estaba sobre él dejó de atinarle golpes: Frank le había cortado el cuello con el filo sediento del machete. Tal vez le pareció buena idea desaparecer el cuerpo del hombre con pasamontañas, y el machete empezó a cortar.
Ya había oscurecido y Frank era interrogado por Francesca.

—Frank, ¡explícame ahora mismo por qué llegaste desnudo al campamento y con tantos golpes y cortes en la cara!
—Sucedió que me caí al pisar mal y me estrellé contra un árbol inmenso, y la verdad siento que todo me está dando vueltas, necesito atención médica… Estoy muy preocupado. Por favor, debo de ir a un hospital.
—¡Oh, Frank! No perdamos tiempo y sube a la camioneta, llegaremos en unas horas al pueblo más cercano. No estás en condiciones de quedarte más tiempo como guardabosques, tendrás que regresar a Lima, lo siento.
—Pero Fran…
—No te preocupes, te visitaré cuando tenga tiempo.
Frank se desmayó en el instante, todo se nubló y lo último que vio fue a Francesca.

Viernes 13 de agosto del 2010

          Cortar carne es lo que mejor sé hacer, el cuchillo se tiene que deslizar firme y con precisión para obtener un trozo perfecto. He perdido tanto tiempo jugando a ser guardaparques… Extraño mucho el sol, los árboles, los animales y a mi amada… Mejor es cortar carne, me gusta, realmente es algo que amo. Sobre todo, si es la carne de dos tipos con pasamontañas que me quisieron asustar el día de hoy.
          Sigo perdido…
          Francesa, ¿dónde andarás?






Eusoj Sargav





NOTA: Todo esto es ficción.


[i] El Parque Nacional del Manu es un Área Natural Protegida (ANP) y queda en el departamento de Madre de Dios, Perú.
[ii] Jirón Azángaro, un Jirón ubicado en el corazón del centro de Lima y debe su fama debido a que hay mucha gente que trabaja en ese jirón, adulterando documentos.

Flamenco rojo

  La esperanza se pierde, ¿Respira? A Rubén no le cabía ni un solo grano de arroz más, estaba más que satisfecho, estaba tan lleno de co...