martes, 28 de abril de 2020

Mission Complete


Hay un puto zancudo en mi cuarto, son dos de la mañana y llevo una hora con veintitrés minutos y cincuenta segundos despierto sentado sobre mi cama. Permanezco casi inmóvil, lo único que se mueven son mis globos oculares y ocasionalmente me acomodo sobre mi sitio, mas sigo incómodo. El puto zancudo sigue en mi cuarto…

Hay un monstruo alado, está al otro lado de mi puerta, puedo sentir su demoniaca presencia—al que la gente común y silvestre le llama polilla—, también intenta irrumpir en mi cuarto. Este monstruo alado de grandes dimensiones embate su cuerpo contra mi puerta usando todas sus fuerzas una y otra vez —eso me hace sentir más tenso, más nervioso, a lo mejor es mi traviesa imaginación y solo es un mal sueño, un mal viaje… a lo mejor.

Es de inteligentes hallar soluciones a los problemas, por eso, la única manera en la que el zancudo se vaya de mis dominios es abriéndole el portal… la puerta. Este bicho se ha logrado comunicar conmigo —sorprendentemente— y me acaba de dar la misma solución que se me había ocurrido segundos atrás, pero este pequeño bastardo le añadió algo más: “Ya me quiero ir de aquí, Eusoj, eres un humano sin sangre... —bzzz, bzzz, zumbaba el maldito— sin sangre en la cara, ya estoy muy aburrido, eres aburrido, ya extraje esos 4,9 litros de sangre que corren por tus venas, Eusoj. Te parecerá mentira, pero soy un ser con un apetito voraz”

He aquí el dilema: el zancudo está que me saca de quicio con sus zumbidos, y no para de reclamarme diciendo que lo deje salir, que lo deje salir, que está aburrido y tiene hambre… y que si no le abro la puerta para que se retire en paz, continuará zumbando cerca de mis orejas como si fuera el maldito motor de un Lamborghini Diablo GTR 2000 o como uno de esos carros de carreras de Fórmula 1 —manejado por el difunto Ayrton Senna.

¡Oh maldita sea! Me temo que algo está escarbando la puerta de mi cuarto ¿Será la filudísima[i] pata de aquel monstruo alado de proporciones descomunales llamado polilla? ¿O será su mandíbula hastiada de tragar tanta madera barata que ahora querrá probar un pedazo de mi pedazo?
Sea como sea, al señor zancudo y a mí se nos acababa el tiempo.

El señor zancudo sabe que, si logro encontrarlo, lo aplastaré y beberé de él todos esos 4,9 litros de sangre —recuperaré toda la sangre que ha venido succionándome desde hace ya una semana. Mientras tanto, una inútil araña se halla hilarante en un vértice de mi habitación, colgando de su débil tela de araña con sus ocho ojos bien abiertos observando el penoso show… sí, ya sé, dije débil tela de araña aún sabiendo que es más resistente que el acero— porque es incapaz de contener al maldito zancudo que atraviesa sus telas de araña con una velocidad cercana a la velocidad de la luz (y sin desintegrar su propio cuerpo en el intento).

Segundos después —que parecieron horas, meses o años—, la araña se acercó presurosa hacia mí diciéndome que no me asuste de ella ni de aquel monstruo innombrable —que ya había introducido su pata asquerosa a través de mi puerta.

          —¿Por qué no debería de tenerle miedo a esa cosa de más de dos metros que está por entrar a la habitación? —pregunté, ignorando que estaba hablando con un arácnido.

          —Porque tiene una debilidad mortal —dijo la señora araña guiñándome siete de sus ocho ojos— y me lo dijo.

          El plan era que debía de extraer un litro del veneno mortal de la señora araña; una vez hecho eso, el paso siguiente era rociar todo ese líquido venenoso en el rostro del mutante alado —el cual estaba a una nada de traer abajo la puerta de mi habitación.

          Es bien sabido que el tiempo no puede detenerse, a no ser que estés en zetas, y yo, que hace una hora con veintinueve minutos y dos segundos estaba en zeta zeta zeta durmiendo plácidamente —hasta que cierto zancudo mal nacido apareciera rondando a una velocidad supersónica por mi cuarto—; logré extraer el litro de veneno de la araña e inmediatamente se lo rocié en el rostro diabólico de aquella polilla en esteroides ni bien lo tuve frente a mí —tal y como estaba planeado.

          El zancudo, la araña y yo fuimos testigos de cómo aquel titán alado (comúnmente denominado polilla) se derritió en el acto quedando de él una minúscula y ridícula polilla de no más de un centímetro que se retorcía en mi piso de parquet.
¡Mission complete! Exclamé.







Eusoj Sargav



[i] Filudísima no es un término existente en la RAE, pero sí en este texto.

miércoles, 15 de abril de 2020

El perico que hibernó dos estaciones


Desperté asustadísimo, seguía confundido, veo que es invierno (creo que ayer fue verano), mi ropa estaba cubierta de polvo y sangre. Mi nariz también.

¡Era un absoluto desastre! ¿Qué habré estado haciendo? Bueno, nada de eso importa. Será mejor volver sobre mis pasos.

Para empezar, no debo de aceptar reunirme a las 10 pm de ayer con Casaretto, ni tampoco ir constantemente a casa de Melissa por adrenalina durante el año pasado, para terminar, no debo reemplazar los medicamentos que me recetó el psiquiatra por toda clase de psicotrópicos.

Tal vez así evitaré la sobredosis que tuve en verano.


 
Nota: Estos pericos no son míos.


Eusoj Sargav

jueves, 9 de abril de 2020

Habitación 505

¡Qué duro que está esto!
—No te preocupes, sigue moviéndolo.
—Erij, ya no puedo más, hay que bañarnos nuevamente.
—Vitza, ¿y luego qué? Ya estoy sintiendo frío —dijo Erij mientras abrazaba a Vitza por la espalda.
—Bueno, no lo sé, hemos intentado todo, incluso ya rompiste el pomo de la puerta del baño y no se puede abrir esta maldita puerta, ya gritaste todo lo que pudiste, mas nadie respondió a nuestro llamado… estamos en un hotel, tal vez piensen que te estoy castigando —dijo Vitza mientras reía.
—Tienes razón, seguiremos encerrados, ¡para siempre!
—No está mal, ¿no?
—Soy claustrofóbico.




Eusoj Sargav



sábado, 4 de abril de 2020

75 microgramos


Los hospitales de cierto país latinoamericano ya no se abastecían para recibir pacientes que fueron infectados por el virus covid-19, razón por la que estaban enviando a los mismos a “descansar” a casa. Uno de esos era Albert Hoffman —quien en realidad se llamaba Enrico Groening—, un genio pintor quien nunca exhibía sus obras de arte, porque eso es lo que eran.
En sus últimos días de vida me llamó y dijo: Meg, estoy grave, pero aún quiero cumplir el último de mis sueños, por lo que necesito un último regalo tuyo: 75 µg de LSD.
Dibujó la muerte.





Eusoj Sargav

jueves, 2 de abril de 2020

El error de Óscar Pastor


Óscar Pastor —sabiendo que era una terapia prohibida—, se había introducido en la mente caótica y malsana de uno de sus pacientes esquizofrénicos para poner orden en ese mundo perturbado.
Adentrado en el caos, encontró niños que ocultaban su rostro y rehuían al diálogo persuasivo que planteaba este experimentado psiconauta; aun sabiendo que debía de ser cuidadoso, obligó a que lo escuchen, acorralándolos contra un callejón mental sin salida.
Grande fue su sorpresa cuando vio que todos eran niños con un rostro idéntico al suyo. La infección se apoderaba de su psiquis, los niños se apoderaron de su mente.





Eusoj Sargav

Los halcones hambrientos



La propia de los buenos espantapájaros es el peor castigo que se les otorgaba a los hombres que traicionaban la confianza del terrateniente Edmundo Cruzado. No había diferencia si le robaban un alfiler o una camionada de trigo, el castigo caía sobre todos, sin discriminar... 
—Supongo que me están observando a lo lejos mientras converso contigo, ¿no es así? 
—No sabes lo bien que se movía tu hermana, sucio bastardo —exclamó el hombre crucificado en medio del trigal. 
—Eso no sabía, ella nunca nos contó aquello... Acabas de ponerle fin a tu vida. 
Los halcones hambrientos del terrateniente hicieron justicia.






Eusoj Sargav
Microrelato de 100 palabras

Flamenco rojo

  La esperanza se pierde, ¿Respira? A Rubén no le cabía ni un solo grano de arroz más, estaba más que satisfecho, estaba tan lleno de co...