Bruce Norris, gordo cocinero
adicto a las fotografías y, en su tiempo libre, miembro del club de futurismo
de Cuba, quien informó en una de las últimas reuniones del año, que en secreto se
reunía con el difunto Fidel Castro —quien en realidad seguía vivo como huésped
en el cuerpo de otra persona de identidad desconocida— para experimentar con
humanos en un laboratorio subterráneo. Tales declaraciones generaron
controversia entre los miembros del club, que le exigieron pruebas fehacientes
o sería expulsado y vetado del club por la eternidad.
Bruce Norris, hombre tan
ingenioso como estúpido, le pidió a su sobrino Pinocho Norris, tipo flaquísimo
y narizón, que se deje “atar” en la camilla de acero inoxidable que tenía
frente a su afilada cara —la calavera rumbera asintió con la cabeza— y que, al
momento de la toma de fotografía, cierre los ojos.
Ambientar la sala de la casa de
su madre, en la que seguía viviendo, fue cosa fácil. Pinocho ya se encontraba
sobre la camilla y ayudaba a su tío a colocarse una suerte de ventosas pegadas
por el pecho, el cuello y la cabeza, si con todos esos arreglos ya parecía todo
un fenómeno recostado, Bruce le colocó una suerte de arácnidos plateados
alrededor del cuerpo, que no eran más que canicas pintadas con pintura plateada
sujeta por finos alambres del mismo color. La señal se dio, Pinocho cerró los
ojos, y el retrato del sobrino resultó sumamente real y futurista.
—Compañeros,
bienvenidos al futuro —Bruce mostró la foto en la proyección.
—¡Bravo,
bravísimo! —aplaudieron los ingenuos futuristas.
Bruce Norris,
tuvo días felices, hasta que un día dos hombres muy altos y pálidos, vestidos
de túnicas negras y casco dorado, lo buscaron en casa de su madre.
Eusoj Sargav
Excelente Relato 👏👏👏👏
ResponderBorrarGenial!! Divertido e ingenioso fwelicitaciones
ResponderBorrar