Un anciano ojeroso que yacía en la habitación 207 sostenía temblorosamente un lápiz e intentó escribir algo sobre una hoja. Grande fue su sorpresa cuando noto que ya no podía escribir más, ya había escrito muchos cuentos, se sentía cansado y ya se le habían terminado las ideas. Después de meditar largo rato, hizo un esfuerzo en moverse de su cama y se desconectó.
A la mañana siguiente, cuando el médico de turno entró a la habitación encontró el respirador artificial desconectado, el lápiz y la hoja aún en sus manos ya frías. Muy curioso, se acercó para confirmar el deceso y tomó la hoja atrapada entre sus dedos y la empezó a leer: «este será mi último cuento, el más dramático…». Quedó desconcertado al leer el cuento que narraba el final de un viejo escritor que se aburrió de estar enfermo y sin ideas.
Viejo loco, por qué no te conocí antes para escuchar tus historias —pensó un tanto agraciado y apenado.
Al día siguiente, la vida del joven y prometedor doctor, Charlie Aragón, dejó de ser la misma. Dejó atrás al quirófano y noches de guardia para dedicarse a la escritura a tieempo completo, llevando con él en todo momento el lápiz del viejo. El resto es historia... una que continuó.
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Ilustración hecha por Josué Vargas |
Eusoj Sargav
Aquí leyendo blogs!! Saludos
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