—Profesor, ¿es consciente
de la gravedad de los hechos?
—Sí, claro que lo soy —lo
dijo muy tranquilo mirando a la araña en sus telarañas en la esquina de la sala
de interrogatorios de la comisaria.
—Pues bien, ahora deseo
que me cuente, al detalle, cómo fue que un alumno de su clase cayó desde el tercer
piso muriendo al instante. Díganos la verdad. Usted y yo sabemos que es
culpable.
—¿Yo, culpable? En
primer lugar, me considero una persona incapaz de hacerle daño a alguien, mucho
menos a un joven estudiante.
—Nunca lo acusé a
usted, profesor —lanzándole una mirada burlesca.
—Solo se lo aclaro, conozco
a los de su calaña, señor oficial, no se lo tome como algo personal.
—No me hagas perder la
paciencia, pedazo de mierda. Si no fuiste quien lanzó a este muchacho,
¿entonces quién carajos fue si no fuiste tú?
—Le digo que no fui yo,
oficial. No creo que sea difícil de entenderlo.
—Entiendo, te vas a pudrir
en la cárcel, bastardo. Los testigos alegan que Paul se quedó en clases para
hacerte una consulta cuando ya todos se habían ido...
—¿Y qué? —respondió con
voz monocorde— Yo le digo que soy inocente, y usted no me cree… así que no
encuentro lógico seguir con esta conversación.
—¿Y qué? —el corpulento
oficial perdía la paciencia— ¿acaso no entiendes que uno de tus alumnos murió?
—Sí, y lo lamento, pero
qué puedo hacer si no fui quien lo lanzó.
—Ah, entonces alguien
lo lanzó… Dígame quien fue y lo dejaremos irse.
—No he dicho eso, no
tergiverse mis palabras, señor oficial, es usted muy astuto, ¿se lo han dicho?
—Pasará las siguientes veinticuatro
horas detenido en el calabozo hasta que se esclarezcan los hechos…
Willy,
tienes que huir del país. No sé cuánto tiempo pueda conseguirte. Eso sí, no
vuelvas nunca más, y si lo haces, que sea en mucho tiempo. Espero que esta
lección te enseñe a controlar tu carácter.
Tu padre que te ama
—Celestino Gosicha, se le acusa de homicidio de primer
grado contra el joven Xavier Zapata, el día 13 de setiembre del presente año.
¿Se considera culpable o inocente?
—Señor juez, no traje abogado porque no necesito a nadie
para defenderme. Me declaro culpable e inocente, yo no asesiné a nadie, fue la
gravedad que lo trajo hasta el suelo.
—Cállese. Queda condenado a cadena perpetua. Señores
oficiales, llévenselo.
—Gosicha, tiene visita —una señora lo busca.
—¿Hijo?, tanto tiempo sin verte…
—Perdóname padre, destruí nuestras vidas.
Eusoj Sargav
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