jueves, 18 de abril de 2019

Caza de venado


Aquel hombre con mil caras y mil nombres, había escalado en lo más alto del mundo de la trafa[i] y estafa dejando una montaña de cadáveres derrotados por donde pisaba. Se le conocía por su habilidad de encantar serpientes con la mirada, por vender todo tipo de cosas: desde mansiones en ruinas —con cadáveres aún dentro—, autos sin ruedas, hasta calcetines con huecos. Y no solo eso, su especialidad era robarle el dinero a su nación, ya arruinada muchos años atrás, y usurpar identidades para seguir teniendo mil caras y nunca ser reconocido.
Era respetado por sus conocidos y temido por sus enemigos, quienes no eran los únicos que se preguntaban si no habría vendido su alma al diablo para que nunca lo atrapen. En definitiva, era un artista del engaño, ¿quién era? —¡Vaya pregunta! — Nunca nadie lo supo con total certeza. No hasta hace poco.
En un mundo tan globalizado y con tecnologías que no dejaban de aparecer, Galdwig no dejaba de hacer noticia a donde iba. Claro, con las diferentes identidades que robaba para nunca ser identificado. Otra de las muchas cosas que se decía sobre él es que gustaba mucho de reuniones a cinco cubiertos, sea con empresarios petroleros llegados del lejano oriente medio, con grandes empresas de construcción civil, con personajes de enorme capacidad adquisitiva, a todos estos engatusaba con labia y astucia, cerrando tratos de cifras astronómicas. Siempre estafándolos. ¿Pero cómo es que se sabía que Galdwig era quien decía ser, sin dejar de ser él mismo? Ahí pondera su fama de las mil caras, una leyenda.
Galdwig se había formado en la escuela de la calle y universidad de la vida, claro, siempre preparándose para ser “alguien”, nunca dejó de estudiar ni en la escuela, ni en la universidad (que nunca terminó). Con esas herramientas, este políglota empezó desde muy abajo, vendiendo gato por liebre a medio mundo, hasta llegar a controlar la política y negocios de su país.
No es hasta hace poco que se cruzó sino más que con la suela de su zapato izquierdo, otro estafador profesional que era dueño de la mitad del mundo. Al conocerse, Galdwig pensó que podía huir de este zorro viejo, sin embargo, no consideró que había dejado huellas dactilares en la mesa de la sala en la que hacían el trato, es así como empieza la caza de venado.
Galdwig, al llegar a su cómoda casa de playa del norte de la nación, encontró tan solo las cenizas de la misma, junto a los restos calcinados de los guardias del recinto, y quedó alarmado, nunca antes alguien había osado atentar contra su persona, es entonces cuando se dio cuenta que se metió con el tipo equivocado.
Desesperado, fue al aeropuerto y le dijeron que ninguna de sus tarjetas de crédito tenía suficiente dinero para comprar un boleto de avión, decidió huir a donde sea en su Jeep, pero su chofer ya se había ido, era ahora que se encontraba en el aeropuerto, sin saber qué hacer ni dónde ir sin que lo asesinen. Es así como se le pasó por la mente entregarse a las autoridades, quitarse las mil caras que tenía, pero fue en vano, el nombre con el que se identificó, ya no figuraba como ciudadano de la nación. ¡Le estaba pasando lo mismo que le había hecho a mucha gente! Asesinarlos sistemáticamente, despojarlos de identidad, de vida. De haber sido mil personas, dejó de ser todas, incluso él mismo. Era un hombre sin identidad, sin tarjetas ni dinero, por ende, ya no tenía propiedades, por último, terminó perdiendo la razón. Terminó viviendo (si es que lo consiguió) peor que un indigente.
Finalmente, el hombre que dueño de la mitad del mundo, se apropió de la nación de Galdwig. Ese hombre soy yo.



Eusoj Sargav








[i] Termino coloquial usado en el Perú, que significa trampa y engaño.

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