Una espalda al mirador, otra a la ventana azul, no hay certeza de nada después del almuerzo y los postes son un futuro en banda y festival. La ciudad dejó de ser ciudad y se convirtió en noche. Las luces hipnotizadas a sus espaldas ya no querían alumbrar, se sentían incapaces de servir tras sentirse opacadas, la noche que enguyó a la ciudad es el mejor presente acompañado de música de uno de los pasos del inframundo. Comenzó la lumbrera de lado derecho, chispó dos veces y se apagó, así en línea recta hasta que se convirtió en lumbrera de izquierda. No quedaron salvo los marcos de las ventanas que escuerían la luz de algún desvelado o de quien cena pan y café. Todo sucedía y nada al mismo tiempo, no decía palabras pero escribían a espaldas.
Saldrá el pan frío del armario, ya es seguro salir a respirar, la plenitud de unos segundos que eran granos de arena caerían eventualmente, es algo así como las estrellas fugaces en el cielo de una ciudad ajena; no me digas que tampoco las vez o la nostalgia ahogará, imagina.
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Fotografía: Josué Vargas Plasencia |
Eusoj Sargav
Dengue